Apicultura sustentable en Dolores Hidalgo: Luna de miel

Desde hace algún tiempo quería sentir a las abejas, conocer un poco más sobre el proceso con el que crean ese elíxir de los dioses, cómo diseñan su comunidad, cómo se reproducen sin sexo, cómo “alquimizan” la energía de las flores para volverla oro líquido… Por algo, los antiguos mayas utilizaban su miel como medicina de poder, para armonizar los corazones.

Pienso que ese era el verdadero oro, no el que buscaban los conquistadores.

No tengo duda de que las abejas respondieron a mi llamado y me llevaron a un rancho en Dolores, Guanajuato, con Ireti García Arias, apicultora que aprendió de su padre este oficio. Él se llama Salvador García, “Chava”, quien lleva más de 40 años cultivando esta tradición.

Llegamos al rancho de Chava, hogar de 24 millones de abejas, repartidas en 300 colmenas, donde producen una de las mejores mieles de mezquite y de muchas otras flores que he probado en esta vida.

A los 17 años, según me cuenta Chava, él, como muchos mexicanos, se fue a Estados Unidos a buscar el sustento y un mejor futuro. No sabía leer ni escribir. Se compró un arado y una carretilla y, con estas herramientas empezó a ganarse la vida. A los 22 se casó, regresó a México y, con un grupo de 10 personas, consiguió un préstamo de 7,770 pesos para empezar a producir con sus primeras 10 colmenas.

Al poco tiempo, se enamoró de las abejas y decidió entrar de lleno a la vida del apicultor, pero se dio cuenta de que, si sólo se dedicaba a la extracción de la miel, no iba estar conforme, así que paralelamente se propuso… ¡salvar al mundo! Al comprender la importancia que tiene en el equilibrio del planeta este peculiar insecto, decidió, junto con su hija, dar pláticas y compartir sus enseñanzas.

Predicaron con el ejemplo, subrayando que la apicultura consciente, la que rescata y preserva a las abejas, puede ayudar a regenerar la tierra. Además, a los productores de hortalizas les hacen ver que contar con muchas abejas sanas puede aumentar en un 50% sus producciones. Esto los aprendió en algunos campos de Estados Unidos.

Mientras caminamos por sus campos, me explica que lleva años sembrando mezquites, agaves y otras plantas endémicas para la preservación del lugar. Me cuenta que el mezquite es bueno para la retención de agua, porque sus raíces son muy fuertes y profundas, ya que logran penetrar las rocas. Por ello, conservan más tiempo la tierra húmeda cuando llueve.

La UNAM reportó que en México había 1,600 millones de abejas en 2019. El 75% de los alimentos que consumimos depende de su polinización. Sin abejas, simplemente no habría vida.

Somos el sexto país en el mundo en producción y en calidad de miel, pero, por esta misma razón, son mayores las amenazas que viven las abejas, en especial por la producción industrial, que significa un enorme desgaste y deterioro de los hábitats, y pone en peligro de ión a diversas especies, por las prácticas agrícolas de monocultivo y el uso de plaguicidas.

Me entristece mucho ver cómo están las tierras de otros ejidatarios, mientras Chava me cuenta que cada vez llueve menos. Me muestra los montes de sus vecinos, más pelados, más áridos conforme los explotan, porque hay gente a la que sólo le interesa el dinero, sin considerar la necesaria regeneración del suelo. Al final, ellos perderán, porque, cuando el campo ya no pueda darles alimentos… ¡no se podrán comer el dinero! Otra amenaza terrible: está por construirse una mina a cielo abierto, no lejos de ahí.

Luego del recorrido, llega la hora de ponerme por primera vez esa especie de traje espacial tan característico del oficio. Ireti me explica todas las medidas de precaución antes de entrar y qué hacer si alguna abeja insistente logra colarse tras la malla. Chava prende un poco de leña para encender el ahumador. El humo suele tranquilizarlas, dice. Y es que estamos interrumpiendo su trabajo cuando convivimos con ellas.

Nos dirigimos a las colmenas, Me siento raro, realmente como un astronauta en un traje incómodo. He escuchado que algunos apicultores entran sin traje de protección. ¿Será que pueden comunicarse con las abejas por medio de la energía y vibración? Yo creo que sí, pero, por las dudas, en mi primer encuentro con ellas ni lo intento, porque, si te pican unas cuantas, te mandan a otra dimensión.

Todo marchaba bien, hasta que me doy cuenta de que, con los guantes puestos, no puedo tomar fotos y videos con mi celular. “Habría que cortarle el dedo a alguien”, pensé… Pero, no; me parece una solución un poco extrema, así que busco una piel que la naturaleza me pueda ofrecer para simular un dedo y documentar así una probada de esta increíble experiencia.

Millones de abejas obreras y zánganos trabajando sin parar, guiadas por una reina en cada colmena. Se escucha un zumbido uniforme, siento olor a flores, a maderas, a cera, mientras Chava e Ireti me explican cómo extraen la miel y la cera. Me dicen que sólo dos veces al año, en primavera y otoño, todo florece.

Es un espectáculo hermoso verlas coquetear con las flores, que son como un imán para ellas. Ireti me dice que para poliniza, basta que las abejas pasen cerca de las flores por unos segundos.

Luego entramos a una bodega, lugar donde llegan los paneles y unas máquinas separan la miel de lo demás. Así, mes a mes, vierten toneladas de miel en unos barriles, para luego embotellarlos en frascos de distintos tamaños, etiquetarlos y llevarlos al pueblo para su venta.

Ireti, con su marca Luna de Miel, trabaja diferentes productos como: miel de mezquite, de multiflor de verano, de garabatillo y de cacao. Además, elaboran complementos alimenticios con propóleo, polen y jalea real. También velas, jabones, shampoo y telas enceradas para envolver cualquier materia orgánica que viva en el refri.

Como dice el buen Rudolf Steiner: “La vida se trata del interés humano sobre las abejas, pues nuestra vida descansa sobre ellas”.

Al final de la experiencia, confirmo que mis anfitriones endulzaron más mi corazón y llenaron mi hogar con varias mieles de regalo. ¡Gracias, Ireti y Chava, por este buen viaje!

Los productos Luna de Miel, por cierto, los pueden conseguir en varias tiendas o consultar con Ireti al 415 181 1931.


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